Eran aproximadamente las 10 de la noche de un viernes de verano del 2003 y, a esa hora, Barranco recién se sacudía de la cucufatería vespertina de los té y las biscotelas. Las chinitas de las tías habitúes a las caminatas por Pedro de Osma habían dado paso a filudos taco nueve y a granel. Las calzadas eran aplastadas por la marcha de casquivanas con pinta de yo no fui (y falda de yo si quiero), de melenudos en busca de un Pomalca que empujarse en el parque de la bomba y de un puñado de mosca muertas (entre ellos yo y mi pata Renzo) con ganas de meter letra, de corear I Little Respect en ese inglés tan propio de los egresados de escuelita fiscal.
Subimos a mi carro. Recuerdo, ahora lo recuerdo mejor, que Mar de Copas taladraba la cabina, que estaba dando la vuelta para agarrar la calle Bolognesi, que cuando tomé la recta vi un ejército de tombos y sus lucecitas rojas como de puticlub rural... recuerdo que quise dar marcha atrás, pero no pude. Un maldito camión de la baja policía no me permitió cabrearme el operativo.
!Mierda, por la puta madre! espeté y la lisura sacó del trance a mi ocasional copiloto. "Nos cagamos rencito. Bueno, me cagué yo. No tengo brevete y... ¿huelo a trago no?" "Sopla, sopla", contestó, mientras tiraba algunas latas de cusqueña por la ventana. "Puta mare, sí huevas. Pero si sólo tomamos cuatro botellas en Moch....." No pudo completar la frase. El incontrastable "Auto blanco péguese a su derecha", sonó como sentencia. Estábamos fritos. Corrección: estaba sancochado.
...
El tombo que se me acerca por la derecha tiene cara de buena gente. Si hasta ni parece tombo. Pienso rápido y recuerdo que tengo el as bajo la manga. La credencial de periodista del medio en el que trabajo tiene que salvarme otra vez. "Sólo una vez más por favor, sólo una", susurro ya con el señor representante de la Policía Nacional a mi siniestra.
"Papeles..." Carné de prensa al ristre. "Señor, le he dicho papeles", rezonga el benemérito y su cara ya no es la del mozo bonachón de hace unos segundos. El ceño fruncido, la camisa apretadísima y la panza al garete lo hacen parecer una caricatura de Jack Bauer made in Collique, pero ahora no hay chance para hacerse el gracioso.
"Jefe", respondo para hacerle sentir que es él quién manda, que yo soy su colaborador en la lucha contra el crimen. "Pero jefe, estamos para ayudarnos. Soy periodista, cuántas veces nos hemos dado la mano...". "Papeles carajo", replica y entonces entiendo que esta noche los 20 soles que tengo en la mano no servirán de nada.
"Mire señor, tampoco me falte el respeto...yo soy sobrino del coronel Vargas que trabaja en..." No me interesa si es hijo de Toledo". "Papeles, es la última vez que se lo pido... oiga, usted está mareado... brigadier... brigadier.... traiga la prueba de alcolemia"
Entonces todo se derrumbó, como dice esa cancioncita linda del buen Emmanuel. Me quitaron el carro y no paré hasta la comisaría de Barranco, previo dosaje etílico en la comisaría de Chorrillos, justito al frente de mi colegio. El resto es historia.
Las malas lenguas dicen que salí el domingo siguiente en un prorama dominical de la mañana. Dicen que decía "sácame la cámara" con la furia de Laura Bozzo. Que luego extravié la valentía y sólo maullaba: "Pero si sólo fueron tres botellitas". Al menos eso dicen quienes afirman haberme visto por las pantallas de Canal 2. Yo hasta ahora no veo el videito de marras así que a las pruebas me remito.
Lo cierto es que me quitaron el auto. Que tuvo que venir mi cuñado para llevarse el Mazda 323 y las tres botellas de cusqueña sin destapar del asiento trasero. Lo cierto es que la cosa subió a un juzgado por algo así como "amenaza a la integridad física y delito menor".
Diantres... el proceso prescribió el 2004 porque el secretario del juzgado nunca llegó para escuchar mis descargos. Lo cierto es que me fui a Trujillo a trabajar dos años y ya con el brevete, el impasse se había borrado de mi memoria hasta... hasta hace una semana cuando me llamaron de la chamba a la que postulaba.
"Señor Vargas, ¿tiene usted antecedentes penales o judiciales" "No", respondí con la certeza de un francotirador. "No, para nada", repliqué con el coraje de un barra brava. "No, no lo recuerdo", repuse con la seguridad y el aplomo de Lucho Alva Castro.
Maldita sea. De nada sirvió que a la gente de esa chamba le gustara como escribía este servidor. Tampoco sirvió que en el examen de periodismo que me tomaron, respondiera con la agilidad y el talante del buen Truman Capote (mi héroe). Pamplinas. La suerte estaba echada.
A los dos días el mail llegó. "Agradecimiento" decía el subjet. Plop. "Señor postulante le agradecemos por haber participado en el concurso de selección, pero su plaza ya ha sido tomada por otro postulante. Pero no se preocupe, su curri estará en nuestra base de datos por si se presenta otra oportunidad". Perdóooooon, juattttttttt. ¿Otra oportunidad? ¿Para qué? ¿Para chaleco de Los Noles en el Callao?
Naranjas. Mi ilusión es un espejo roto, mis espectativas de volver a escribir en un medio periodístico estaban con los segundos afuera. Ko. Y ahora eme aquí, en el Ministerio de Trabajo, haciéndole la síntesis al ministro, redactando notas de prensa soporíferas. Atado, tomado como rehén del texto protocolar, de la esquela membretada del publíquese y archívese.
Y claro, este fin de mes pagaré la tasa para que levanten mi nombre del sistema. Para dejar de ser un prontuariado virtual, y entonces cruzar los dedos para que el teléfono suene de nuevo. Claro, antes que termine de convertirme en un experto del "otro si digo", del "chi cheñó" o del "Con el ruego de su difusión".
El 2003 me pasó la factura. Como dice Kiko... ¿Qué cosas no?