miércoles, octubre 25, 2006

El último guiño de Orbegozo


Está aburrido de soportar a los burócratas sanmarquinos que le ponen zancadillas a su trabajo como director de la escuela de periodismo. Manuel Jesús Orbegozo (MJO a secas) me lo confesó la última vez que nos encontramos en su casa, un chalet levantado en la calle que lleva el nombre de un recluta con apellido de gamonal cauchero. Algo así como lo que tanto reclama Ollanta Humala cuando insiste en la urgencia de tener conscriptos Kuczynskis o Ferreros.
Y bueno, hablando de Humala, habrá que precisar que él es lo único que me separa de quien considero mi maestro y el cronista más apasionado y talentoso del país. Mientras Orbegozo está convencido que debe aplicarse el régimen nacionalista del presunto asesino de Madre Mía, yo disiento y creo que el candidato con borceguí es un tipo acomplejado y poco inteligente.

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Sentado en su sala, MJO me contó hace algún tiempo sobre su megaproyecto: un libro que expondría toda su trayectoria periodística. Memorias le dicen. Y es que al igual que su amigo más célebre, Gabriel García Márquez, MJO siente que la muerte le está corriendo la cortina y que uno de estos días entrará para decirle que ya está bueno de tanta vaina, que fueron varias las veces que lo alcahueteó cuando andaba de comisión en Medio Oriente, y que ya llegó la hora de que sus crónicas sean sobre la guerra entre ángeles y demonios.

Pero, si bien sus amigos coinciden en que se está despidiendo con sus memorias, lo cierto es que el dossier nostálgico ha engordado sus ilusiones, las ganas de salir de comisión a pesar que la osteoporosis sigue mordiéndole los huesos. MJO tiene de rehén a la alegría y por más que su rostro esté anegado de arrugas, sus ojos (la esclerótica ya no es una perla, sino que parece un huevo prehistórico) brillan de nuevo y le han quitado varios años de encima al hijo más famoso de Otuzco, pintoresco poblado enclavado en la sierra de La Libertad.

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Orbegozo no ejerce el periodismo (en un periódico, porque él no deja de escribir en su blog) desde hace unos años y es por eso que las notas con motivo de su undécimo libro, han sido como sorbos de gatorade o leche fresca, porque –hay que precisar- Orbegozo no fuma, no toma ni baila pegado, como lo hace un buen capellán.

Y no es que sea un periodista cucufato. MJO es un piropeador nato y un bohemio con agenda, pero en su medio siglo como periodista aprendió que algunos vicios sólo deben ser ejercidos lo suficiente como para aprender de sus infiernos y pegar la vuelta.

Por eso no hay nadie más indicado que él para contarnos sobre las tinieblas que rodearon las últimas décadas de la humanidad. MJO aspiró, por ejemplo, el perfume nauseabundo del negocio bélico y sus insufribles consecuencias, y fue testigo de cómo los buitres picoteaban los cuerpos moribundos en las ardorosas calles de Calcuta.

Entrevistador de genocidas y antropófagos como Pol Pot y Idi Amin Dada o de santas como la Madre Teresa de Calcuta, el periodista ha dado la vuelta ocho veces al planeta en busca de la noticia.

En medio de ese fragor, tomó café con Pelé, conversó con Jorge Luis Borges sobre las tres versiones de Judas, cubrió las gélidas conversas entre Reagan y Gorbachov, y cruzó saludos con Mao sin sentirse menos pero tampoco más, porque para MJO la humildad es la clave del buen periodismo.

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Dicen que la presentación de Testigo de su Tiempo, ocurrida en la Casona de San Marcos el 26 de abril pasado, fue una verdadera fiesta a pesar de sus condiciones espartanas: no sobró champaña ni hubo las espectaculares niñas que las editoriales llevan a los vernisages de los escritores del status quo. Nada de eso, lo que hubo fue un empacho de camaradería, aplausos sinceros y sonrisas inocuas.

Lástima que me perdí la velada, pero debo subrayar que no tuve la culpa porque otra vez fue Humala quien nos separó. La entrevista con uno de sus financistas me privó de decirle a MJO lo orgulloso que soy de haber sido su alumno, de ser su colega y de considerarme su amigo. Después de todo, el tiempo es la mejor aspirina contra las tercianas ideológicas, pero el respeto permanece, incluso después que nos corren la cortina.


El dato:
MJO se inició en 1953 en la revista Cultura Peruana. De allí pasó por La Crónica, fundó Expreso en 1961 y fue su director el 2004. Antes, fue editor durante 32 años en El Comercio y director de El Peruano. Además, fue editor de Rumbos.

(Crónica publicada en la revista Rumbos en la edición de junio de 2006. Foto de Carolina Urra)

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