domingo, noviembre 13, 2016

Una tragedia ayacuchana

La violación y muerte de una adolescente, la semana pasada en Ayacucho, sólo es la punta de un iceberg maldito que nadie quiere ver porque no vende y está a más de 500km de Lima. Esta vez no son los sinchis ni los terrucos los que amenazan a la ciudad de los charangos y los retablos. El licor y la violencia sexual pueden acabar con las nuevas generaciones si alguien no hace algo, pero ya.


Hace dos semanas no iba al colegio. L.D.N.C. “Diana”, 15 años, de rostro ovalado, risueña y mirada perdida, estaba decepcionada de la vida. Al menos así lo insinuaba en los mensajes que colgó en su Facebook en agosto, antes del fatídico viernes 26, cuando unos salvajes la violaron con tal demencia que terminó muerta por una trepidante infección generalizada.

Había tirado la toalla en los estudios y marginaba olímpicamente a sus amigas del alma. A quienes hace un año les confesó que soñaba con ingresar a la Universidad San Cristóbal de Huamanga para no terminar como mamá, salpicada por la pobreza en Madre de Dios y abandonada a su suerte por un marido indolente. Quería amor y futuro.


Pero de esa niña aspirante que dejó su tierra y mamá para ir en búsqueda del progreso en Huamanga, ya nada quedaba. Había conocido a NCFN “Camila”, una chica de 16 años que le presentó el perfume nauseabundo del vodka barato y el picante olor de la marihuana. El sexo vino por añadidura con los perreos infames y los reguetones que invitan al choque y al orgasmo a granel.

“Ya no paraba con nosotras. Cambió mucho. Paraba en las fiestas semáforo y una vez nos contó que ya había tenido relaciones, que esas fiestas eran lo máximo, que tomaba lo que quería”, recuerda Alisson y subraya, con un rictus espontáneo, que ella solo fue una vez a esas fiestas, que ella no era como su amiga.



Viernes 26 de agosto. Pasaje Santa Rosa, sector arenales, distrito de San Juan Bautista, Ayacucho. JRRA “Jaime” (15) y LFTC “Luis” (17) están ansiosos. Hace dos días emborracharon y violaron a una ex compañera de primaria y su amiga, pero los policías sólo dejaron una notificación bajo su puerta. Entonces, envalentonado con el alcohol, Jaime fue hasta la casa de una de ellas y la amenazó con matarla si volvía a abrir la boca.

De regreso a su búnquer y junto a Luis deciden seguir la juerga y llaman a Cesar Campos Aguilar (19) y Jhon Castro Tenorio (18). Además, le avisan a su amiga NCFN “Camila” para que traiga otra chica, es entonces que aparece en escena Diana. Ella y los chicos se embriagan y se drogan hasta que decide irse a un cuarto adyacente para tener relaciones con Jaime.

Según la transcripción, a la que tuve acceso, a los pocos minutos todos irrumpen en la habitación y comienzan a grabar el coito con un celular. El video muestra a la víctima pidiendo que no graben. Pero nadie le hizo caso, ni su amiga, quien no se inmutó cuando los otros tipos, aprovechando ya la inconsciencia de Diana, la violan una y otra vez.

Pero ahí no cesó el ataque. Las imágenes son crudas, macabras y provocan arcadas. La estudiante es penetrada una y otra vez por el recto y la vagina con una botella de vidrio y un palo de escoba. Además, uno de ellos introduce hasta medio brazo en la vagina de la menor. Durante todo el ataque Diana está inconsciente, apenas balbucea, y Camila sonríe y dice que después le tocará a ella, que todo está bien.
“Todos nos le fuimos encima. Primero fue Jaime, luego yo, después Jhon y al final Luis. No había control de nada, todo pasaba rápido, estábamos ebrios. Pero el sábado yo desayuné con ella, no la veía tan mal”, contó con pasmosa frialdad, Julio Campos, quien viajó exclusivamente para la fiesta desde Lima.

Así estuvieron por más de hora y media hasta que deciden parar y Diana comienza paulatinamente a evacuar coágulos de sangre. Al día siguiente por la tarde, ella sigue en cama y escucha música. En la sala, sus violadores están en otra orgía con más chicas, quiere escapar pero no puede, grita para llamar la atención y logra que Camila la lleve a su casa para bañarla y que descanse.

El domingo 28 de agosto, Diana escapa y busca refugio donde una verdadera amiga, Lizbeth Huarcaya, pero no es hasta el lunes por la mañana que llama a su medio hermano, Jhoel Ayala Navarro, quien la encuentra deshidratada y desangrándose. Estaba pálida e hirviendo en fiebre. La lleva al hospital y denuncia la violación. En medio del dolor y la pérdida de la conciencia, ella revela el nombre de tres agresores y a las pocas horas muere.

Los enfermeros del Hospital Regional de Ayacucho no querían hablar del tema, pero al final, indignados por la brutalidad de los agresores, confirmaron que el deceso se produjo por una infección generalizada. La agresión fue tan inhumana que se rompió la separación entre recto y vagina. El conducto de la excreta iba directamente a la vagina. Las heces contaminaron todo y la infección fue fulminante.



Con la bulla de la prensa sensacionalista limeña, integrantes de la Comisión de la Mujer y la Familia del Congreso, encabezada por su presidenta, Indira Huilca, llegaron a Ayacucho. Se sentaron y escucharon a la sociedad civil que dio un mensaje claro: el Estado tiene que actuar inmediatamente para evitar que esto se repita.

Pero a la congresista Huilca la reunión le importó muy poco porque se la pasó revisando su celular, mientras autoridades y colectivos ayacuchanos expresaban su malestar, desnudaban su vulnerabilidad y pedían apoyo a gritos contra la violencia sexual y de género. “La solución pasa por blindar a la seguridad ciudadana y trabajar el tema desde la raíz, desde la familia, porque si no hay valores en la familia, entonces pasa esto”, dijo Huilca sin saber mucho del tema.


Y es que basta quedarse unos días en Ayacucho o “Allachupo”, como le dicen los turistas jóvenes, para darse cuenta que algo raro pasa en esta región donde se selló la independencia americana y donde se destapa una ola de violaciones, muertes y una embriaguez comunal que parece enceguecer la razón y atizar el morbo insano de las nuevas generaciones. Las portadas de los diarios locales dan cuenta de la insania que se vive. Ayacucho es tierra de nadie.

El problema, en realidad, tiene su génesis en el entorno y la realidad de los estudiantes de secundaria. Más del 60% son adolescentes de áreas rurales que viven en la ciudad sin sus padres. Unos refugiados en casas de tías, y otros en cuartos alquilados que comparten con hermanos, primos o amistades. Así de cruda es la situación.

Entonces, como bien apunta Gotardo Miranda, de la Comisión Regional de Acción contra la Trata de Personas de Ayacucho, los menores no tienen filtros, están abandonados y son presa fácil de jóvenes y adultos que los captan mediante el Facebook, para inducirlos al licor, tener relaciones sexuales y/o violarlos. Sólo este año, remata, se han registrado 44 casos de explotación sexual. En cuanto a la trata de personas, detalla que Ayacucho es una de las ciudades preferidas de los traficantes, que pagan por un niño de 3 años hasta 3 mil dólares.

Pero la situación es más grave aún. Celina Salcedo, presidenta del Instituto Regional de la Mujer Ayacuchana (IRMA), revela que en lo que va del año se han registrado 6 casos de violación de niños menores de 10 años, más de 10 contra adolescentes mujeres, y que la mayoría de chicos inicia su actividad sexual a los 12 años. ¿La cereza del postre? El 25% de embarazos registrados en Ayacucho es de niñas menores de 13 años.

Esta es la realidad ayacuchana. Su adolescencia está vulnerable a los perpetradores sexuales que los endulzan con botellas de vodka (licor preferido en las fiestas semáforo) para tener sexo colectivo. Con más de dos fiestas por día que se promocionan de boca en boca y algunas en redes sociales, Ayacucho enfrenta una nueva tragedia. El caso de Diana es solo la punta de un iceberg que los medios amarillos no cubrirán y que las autoridades parecen ningunear porque se trata de Ayacucho, la ciudad acostumbrada a las tragedias, a la marginación capitalina y donde el dolor parece un estigma.

Ayer fue el terrorismo, hoy es el libertinaje sexual, las bandas de violadores y una juventud que crece narcotizada y alcoholizada al ritmo de Don Chezina, y con realitys que venden carne e infidelidad en vivo y en directo.

*Crónica publicada en Manifiesto el 2016

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